-- Experiencia inolvidable --

El viernes me paso algo que no se definir, especial le voy a llamar. Me disponía a coger el bus hacia mi casa. Iba absorto en mis pensamientos, pensando en los exámenes, en mis quehaceres del fin de semana, con la música puesta y el portátil en una mano. Entonces se acercó un chico en silla de ruedas a la parada donde me encontraba. Me fijé además que no solo tenia el handicap de no poder usar las piernas sino que además sufría alguna lesión cerebral que le impedía comunicarse con normalidad. Además de eso, me di cuenta de que tenia algo, algo que le hacía maravillósamente especial. Era como un aura que impregnaba todo su cuerpo, un halo de ilusión, de ganas de vivir que hacía mucho tiempo que no veía en ninguna persona.

El chico se acercó a la parada e intento leer el cartel para ver a que hora venía el bus. Al ver que no llegaba a ver bien me acerqué y le pregunté si necesitaba ayuda. El lentamente me miro y con una sonrisa y una amabilidad que me sobrecogió me preguntó por su autobús. Curiosamente era el mismo que me disponía a coger yo, se acababa de ir y no venia hasta 20 minutos después. El me siguió mirando y sin cambiar la sonrisa de su cara me dijo: "No pasa nada amigo, me iré dando un paseo".

Como vivíamos a dos calles de distancia decidí no esperar al autobús y me fui con el. Íbamos de camino cuando nos encontramos con un malabarista que hace unas filigranas sorprendentes con el diábolo. El chico se paró al lado y se le quedó mirando como quien admira un obra de arte. El malabarista al verle se creció y le dedicó sus mejores trucos. La mirada del chico al ver semejante espectáculo me puso la piel de gallina y me recordó algo que esta sociedad tiene olvidado, lo que es disfrutar.

Es sorprendente lo que se puede aprender en prácticamente 15 minutos. El chico este vivía la vida con una alegría e ilusión admirables. Sorbía cada momento y lo disfrutaba de una forma envidiable. Os aseguro que esta experiencia no se me olvidara nunca...